Contar con una institución de educación superior que ofreciera a los jóvenes de la Región Carbonífera de Coahuila una alternativa que estuviera al alcance de las posibilidades económicas de la mayoría era una aspiración de muchos, porque solo los hijos de las familias con más medios tenían la oportunidad de viajar para estudiar en otra ciudad.
Se hicieron gestiones con las autoridades municipales y estatales, y éstas a su vez ante la autoridad federal, que daba respuesta negativa con el argumento de que la población de Sabinas, la de Nueva Rosita o la de Múzquiz, no era suficiente para contar con ese tipo de institución.
En mi campaña para Diputado Federal la comunidad me pidió gestionar para que contáramos con una universidad local del nivel de un Instituto Tecnológico, y apenas resulté electo nos pusimos a analizar las razones de la desaprobación de la federación, y el obstáculo era fundamentado: Las poblaciones de estos municipios, vistos individualmente, no era suficiente para justificar este nivel de institución solicitada.
Hubo que reestructurar la solicitud y se hizo el planteamiento de una institución regional, pues sumando las poblaciones de cada uno de los municipios que conforman la Región Carbonífera, sí se cumplía el requisito. El gobierno federal accedió.
El paso más complejo fue convencer a los presidentes municipales, porque cada uno de ellos, particularmente el de Sabinas y el de Nueva Rosita, querían su Tecnológico, sí y solo sí dentro de su demarcación.
Un buen día por fin se logró el acuerdo, se hizo el trámite y otro de los requisitos federales fue que hubiera aportaciones de la comunidad de la región. Con tal propósito se organizó un Patronato donde, entre otros, participaron Don Edilberto Montemayor, Don Antonio Gutiérrez y Don Luis Alfonso Rodríguez, y gestionaron ante la empresa Grupo México para conseguir terrenos y hubo aportaciones adicionales de particulares también con tierra.
Con eso se logró la aprobación federal del todo, y se empezó a preparar el anuncio público de la esperada noticia a través de la presencia y voz del entonces presidente de México, Carlos Salinas de Gortari.
Días antes de una gira presidencial de trabajo por la Región Carbonífera, platiqué con los alcaldes para confirmar el planteamiento regional y para resolver el gran tema de exactamente dónde ubicar la universidad.
Temía que si se instalaba en cualquiera de ambos municipios de mayor población (Sabinas y Nueva Rosita) los jóvenes del otro fueran renuentes a inscribirse, y al analizar se vio que la Villa de Agujita era el punto ideal, porque, aunque es localidad de Sabinas, se halla a mitad de camino entre una y otra localidad.
Quedaba por resolver el punto de quién iba a hacer la solicitud en la reunión pública que se tuviera con el presidente y, como sería en Nueva Rosita el evento, se decidió que lo hiciera una madre de familia de esa comunidad. Le pedí al alcalde que hablara con ella para que al hacer la petición por ningún motivo dejara de mencionar que se necesitaba un Tecnológico para la región y que lo más sano era en Agujita. Todo quedó listo.
¡La sorpresa fue que cuando se llegó el momento, ante miles de personas, la señora le dijo muy enfática al presidente que le pedía a nombre de la comunidad un Tecnológico en Nueva Rosita!
Como diputado federal, yo había sido invitado a esa gira y me encontraba a espaldas del presidente, quien al escuchar a la dama volteó a verme con tremendos ojos porque él tenía confirmada una información diferente. De inmediato le insistí que era regional y que la mejor ubicación era Agujita.
Tocó el uso de la palabra al presidente y alzando la voz a manera de logro e imprimiendo gran entusiasmo se comprometió a construir un Tecnológico en Agujita. La respuesta del público fue tan fría como el invierno más profundo del que tengamos memoria en la Carbonífera.
Luego en privado me dijo a manera de reclamo: “¡No les dio gusto la ubicación!”. A lo que respondí: “Pero les va a dar gusto muy pronto, se lo aseguro, porque Agujita es un punto intermedio y va a funcionar. No logramos el aplauso inmediato, pero vendrá el aplauso permanente de las familias beneficiadas y ésta va a ser una gran institución”.
Y así ha sido. Muy rápidamente la población estudiantil creció y sobrepasó la de otras instituciones que tenían una década funcionando.
Después, cuando fui Gobernador de Coahuila, me invitaron a la graduación de la primera generación del Tecnológico y viví uno de los momentos más gratos de mi vida: Al entrar al Casino de Sabinas, donde estaban los alumnos graduados y sus familiares, pude observar los rostros de los padres y madres de familia, personas muy sencillas, para quienes seguramente ese hijo era su primer graduado, ese semblante de logro me conmovió, ese orgullo paternal y una especie de luz hacia el futuro era tan visible, que es una imagen que conservo en el corazón.
El Tec se ha desarrollado en forma extraordinaria, con calidad y calidez, y hoy, al cumplir sus primeros 30 años de servicio, sigue siendo una palanca fundamental para los jóvenes que pasan por sus aulas, quienes están siendo un enorme impulso para nuestra querida región y para México.
¡Larga vida para el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de la Región Carbonífera!, un sueño de muchos en el que confluía mi padre y que hoy es un logro sólido y su historia marca un ejemplo de cohesión comunitaria: Lo que no se pueda como municipio tiene opción como región en cualquier lugar de nuestra patria.
Rogelio Montemayor Seguy